Natura
Capaz de sobrevivir a eventos de extinción masiva, incluso a explosiones atómicas, este "fósil viviente" es decano en el arte de la supervivencia
El del ginkgo biloba, también conocido como "árbol de los cuarenta escudos", es uno de los casos más sorprendentes de toda la naturaleza. Se trata de un árbol que lleva existiendo desde hace más de 150 millones de años, tanto que hace ya mucho que se quedó solo. Como lo llamó Charles Darwin en ′El Origen de las Especies′, el ginkgo es "un fósil viviente". También es "el árbol de la Esperanza".
El 6 de agosto de 1945 es una de las fechas más infames de la historia de la Humanidad. Aquel fatídico día un avión estadounidense tuvo el dudoso privilegio de protagonizar el primer bombardeo atómico sobre la población. La destrucción de la ciudad japonesa de Hiroshima fue casi total, el número de muertos y heridos, aterrador. La explosión de la bomba Little Boy(equivalente a 13.000 toneladas de TNT) arrasó con casi todo en un radio de 1.6 kilómetros. «Dios mío ¿Qué hemos hecho?», lamentaba el copiloto del bombardero Enola Gay mientras dejaban atrás aquel, su infierno.
Pero apenas un mes después, junto al destrozado templo budista de Housenbou, a un escaso kilómetro del epicentro de la explosión, un viejo árbol que parecía tan muerto como todo lo que había a su alrededor comenzó a florecer. Aquel árbol de Hiroshima sería conocido a partir de entonces como "el Portador de Esperanza". Aunque sí el más célebre, el de Housenbou no fue el único árbol que sobrevivió a la bomba atómica de Hiroshima. Tampoco fue el único de su especie: Otros cinco ejemplares situados en un radio de 2 kilómetros también fueron capaces de resistir, tanto que a día de hoy siguen en pie. Aquellos seis árboles eran, son Ginkgos biloba.
Pero no sólo sobrevivieron ginkgos biloba, como se suele creer. Gracias al trabajo llevado a cabo por un grupo de voluntarios a finales de los años 90 del pasado siglo, se logró identificar hasta 170 árboles de diferentes especies que lograron sobrevivir a la bomba en un radio de 2 kilómetros alrededor de la zona cero, entre los que hay ailantos, sauces, eucaliptos y otros: Aquí puedes consultar la lista completa.
El fósil viviente
Como lo llamó el mismísimo Charles Darwin en su Origen de las Especies de 1859, el Gingko biloba es todo un fósil viviente, único en su especie y no es una expresión hecha: hace ya bastantes años que es el último representante de la división Ginkgophyta (clase Ginkgopsida, orden Ginkgoales, familia Ginkgoaceae, género Ginkgo). Sus últimos parientes desaparecieron al final del Plioceno, hace aproximadamente dos millones y medio de años, teniendo en cuenta que ya desde muchísimo antes eran una familia (entiéndase "división" o "filo") extremadamente reducida, aparte de G. biloba apenas tres especies, todas ellas del género Ginkgo (G. adiantoides, G. gardneri y la recientemente identificada G. jiayinensis). Los demás Ginkgophyta habían desaparecido junto a los dinosaurios, 65 millones de años atrás (o antes).
Existen restos fósiles del género Ginkgo que datan del Jurásico Inferior, es decir, de hace 200-175 millones de años, incluso existen registros fósiles directamente relacionados con el Ginkgo "moderno" ¡de hace 270 millones de años! Pero quizá lo más sorprendente es que el actual Ginkgo biloba ya poblaba la tierra hace al menos 150 millones de años. El hecho de que el Ginkgo biloba evolucionara en una atmósfera mucho más rica en oxígeno que la de hoy en día permitió, muchos millones de años después, que algunos de sus individuos fuesen capaces de resistir las altas cantidades de oxidación celular provocadas por la radiación ionizante de una explosión atómica.
Teniendo en cuenta la extrema "experiencia" del Gingko biloba se podría afirmar casi a ciencia cierta que el de Hiroshima puede que no sea el mayor acto de supervivencia protagonizado por ejemplares de su especie. 150 millones de años de existencia dan para mucho contratiempo, incluyendo el impacto de un meteorito de diez kilómetros y el consecuente evento de extinción masiva. Por no hablar de sus antepasados directos, que fueron capaces de sobrevivir al mayor crimen que ha conocido el planeta Tierra, que se sepa. El Gingko también fue capaz de sobrevivir a los profundos cambios climáticos que llegaron con el Pleistoceno, aunque a duras penas. El registro fósil nos cuenta que los Ginkgos desaparecieron de América del Norte hace 7,5 millones de años y que, para finales del Plioceno, hace 2,5 millones de años, toda evidencia de ginkgos parecía haberse borrado de la faz de la tierra.... occidental.
El árbol de los cuarenta escudos
En septiembre del año 1690 arriba a las costas de Nagasaki una delegación de la Compañia Neerlandesa de las Indias Orientales. Entre los europeos viaja un médico y naturalista de origen germano llamado Engelbert Kaempfer, a la postre el primer occidental que descubrió que, en realidad, sí que seguían existiendo ginkgos: Los ginkgos biloba habían sobrevivido durante los últimos dos millones de años en la provincia de Zhejiang, China, en la actual Reserva de Biosfera de Tianmushan. Ahí estaban, decorando los jardines de palacios, templos y monasterios desde hacía miles de años, en Japón, Corea y por supuesto China. A su regreso al viejo continente Kaempfer trajo consigo un preciado tesoro en forma de semillas de ginkgo. En 1712 publica su obra Amoenitatum exoticarum, donde realiza la primera descripción botanica de un ginkgo moderno, al menos en esta parte del mundo. También, debido a un error, acabó bautizando a este singular árbol como "Ginkgo" (del chino Ginkyo, "albaricoque de plata"). Una de las semillas de Kaempfer sería plantada años después de su muerte en el jardín botánico de Utrech, convirtiéndose en uno primeros ginkgos biloba de Occidente.
Una curiosa anécdota sirve como ejemplo del enorme interés que despertó el ginkgo en todo Occidente, también nos explica por qué se le conoce como "el árbol de los cuarenta escudos". En el año 1788 un botánico francés llamado M. de Pétigny recibió el encargo por parte del rey Luis XVI de conseguir varias plantas de ginkgo para decorar los jardines reales. Pétigny viajó a Inglaterra y acabó comprando cinco pequeñas plantas por el desorbitado precio de 25 guineas inglesas, al cambio 40 escudos franceses. Cuando varios años después se supo que todas las plantas eran machos, el cachondeo que provocó acabó pasando a la Historia. Por su parte o, mejor dicho, las distintas partes de Luis XVI ya en esos entonces eran historia.
Las claves para la supervivencia
Que una especie, animal o vegetal, haya sido capaz de perdurar durante tantísimo tiempo sin mostrar apenas variaciones parece contradecir incluso a la propia Teoría de la Evolución. Las claves del éxito de la perdurabilidad del ginkgo biloba como especie parecen ser varias, llamando la atención su extrema longevidad: algunos ejemplares tienen más de 2500 años. Esto significa que, empíricamente, no se sabe cuánto tiempo puede llegar a vivir uno de estos árboles. Uno de los motivos por los que se ha podido mantener prácticamente inmutable durante tanto tiempo es su baja tasa de reproducción. En este sentido debemos tener en cuenta que el Ginkgo también presenta una sexualidad ancestral. Ni que decir tiene que los Ginkgos pertenecen al exclusivo grupo de las gimnospermas, es decir, sus semillas están "desnudas" (no se forman en un ovario cerrado).
Además del ginkgo biloba, el resto de gimnospermas que existen en la actualidad (cícadas, coníferas y gnétidas) apenas suman 820 especies, una cifra realmente baja si la comparamos con las 257.000 especies vivientes de angiospermas, las conocidas como "plantas con flores" (Magnoliophyta). Por otra parte, el Ginkgo es una especie puramente dioica, es decir, sus ejemplares son o machos o hembras, algo que comparte con las también ancestrales cícadas. En las modernas angiospermas esta característica sexual también se mantiene, aunque sólo se da en aproximadamente seis de cada cien especies (en muchos de los casos no es extraño que la planta pueda cambiar de sexo, como le ocurre al cannabis).
Otro factor que también ha podido contribuir a la baja especiación de los Ginkgos es una distribución geográfica continuada, evitando el excesivo aislamiento de unos grupos respecto a otros. Aunque cubriendo territorios muy extensos, al menos hasta hace dos millones de años, lo más probable es que las masas de árboles mantuvieran el suficiente contacto para cruzar su información genética. Los treinta metros de altura (incluso más) que pueden alcanzar los Ginkgos es un factor determinante para que esto suceda, especialmente si tenemos en cuenta que la fecundación de sus semillas también puede producirse en el suelo, al entrar en contacto con polen masculino arrastrado por el viento (polinización anemófila).
Otro aspecto que, en apariencia parece contradictorio, ha podido ser una incapacidad para adaptarse a otras condiciones, lo que se conoce como conservadurismo filogenético del nicho: tanto en los especímenes silvestres actuales como en los registros fósiles de hace millones de años se observa que al Ginkgo le gustan los ecosistemas con abundante agua pero bien drenados, como por ejemplo cauces de ríos y arroyos, evitando los terrenos con excesiva humedad. Aunque, mejor que hablar de "incapacidad", en el caso del Ginkgo más bien deberíamos hablar de "empecinamiento". Durante los últimos siglos de diseminación antrópica a lo largo y ancho del planeta ha demostrado tener una extrema capacidad para adaptarse a cualquier geografía y condición climática.
Por último decir que al Ginkgo biloba no se le conoce enfermedad, plaga u hongo de la madera. Está claro que, en cuestión de sistemas inmunitarios, la veteranía es un grado. El de "superviviente perfecto" es un título más que merecido.